Decía Francis Bacon que “el entendimiento humano, una
vez que ha adoptado una opinión, dibuja todo lo demás para apoyar y mostrar
conformidad con ella. Y pese a haber un gran número de ejemplos, y de peso, que
demuestran lo contrario, los ignora o desprecia, prescinde de ellos o los
rechaza.”¿Pero por qué es tan difícil que algunas personas cambien su forma de
pensar aun cuando se enfrentan ante la evidencia de que están equivocados?
Los seres humanos mostramos una tendencia a recordar y
creer en la información que confirma nuestras creencias, con tal de defender
nuestros puntos de vista actuales. Este sesgo de confirmación surge
principalmente ante las discusiones que suscitan fuertes reacciones emocionales
o que vienen a cuestionar preconcepciones muy arraigadas.
Lejos de acercar a las personas a la verdad, esta
nueva información polariza las actitudes de quienes sienten sus creencias
amenazadas y más bien perseveran en sus perspectivas a pesar de haberse
demostrado su falsedad.
Es así como las personas sesgadas hacia sus ideas
preexistentes se cuestionan la parcialidad de los resultados de estudios de
investigación que desconocen y desconfían de las calidades e intenciones de los
investigadores.
Además deciden selectivamente recordar pruebas que les
favorecen en un efecto denominado memoria
de acceso sesgado y muestran mayor confianza en sus propias experiencias,
que en las experiencias de otros. Inclusive efectúan interpretaciones parcializadas
de la información, exigiendo mayores estándares de argumentación de quienes
contradicen su posición que de aquellos que la confirman.
Evitan pensar en múltiples alternativas y se centran,
no en descubrir la verdad, sino en confirmar su propia versión de la realidad,
en un esfuerzo subconsciente por preservar su autoestima.
El sesgo de confirmación no ocurre de manera
intencionada, sino también como resultado de las limitaciones para ocuparse de
tareas mentales complejas, como la de considerar varias alternativas de forma
paralela. Pero también existe una preferencia por creer los pensamientos con
consecuencias placenteras o deseables como ciertos, lo que influye sobre la
capacidad de evaluar, de forma objetiva, la veracidad de la información
presentada.
Siendo así las cosas, ¿qué esperanza podemos tener de aprender
nuevas formas de pensar si nos resistimos a cambiar? Como catedrática del curso
de Pensamiento Crítico, apliqué los principios de cambio conceptual de Strike y
Posner: buscaba generar en mis alumnos un sentimiento de insatisfacción con sus
concepciones existentes; les explicaba con claridad la nueva concepción; les
ilustraba cómo esta nueva concepción era plausible, capaz de resolver el
problema en mano, y les mostraba que era de útil aplicación para muchas otras
circunstancias y problemas futuros.
Ciertamente, su capacidad de cambiar nunca dependió
exclusivamente de mí, sino de ellos mismos, de su inteligencia, humildad y
honestidad intelectual.
Publicado en La República el 3 de noviembre de 2014.
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