lunes, 3 de noviembre de 2014

Cambiando de opinión

Decía Francis Bacon que “el entendimiento humano, una vez que ha adoptado una opinión, dibuja todo lo demás para apoyar y mostrar conformidad con ella. Y pese a haber un gran número de ejemplos, y de peso, que demuestran lo contrario, los ignora o desprecia, prescinde de ellos o los rechaza.”¿Pero por qué es tan difícil que algunas personas cambien su forma de pensar aun cuando se enfrentan ante la evidencia de que están equivocados?

Los seres humanos mostramos una tendencia a recordar y creer en la información que confirma nuestras creencias, con tal de defender nuestros puntos de vista actuales.  Este sesgo de confirmación surge principalmente ante las discusiones que suscitan fuertes reacciones emocionales o que vienen a cuestionar preconcepciones muy arraigadas. 

Lejos de acercar a las personas a la verdad, esta nueva información polariza las actitudes de quienes sienten sus creencias amenazadas y más bien perseveran en sus perspectivas a pesar de haberse demostrado su falsedad.

Es así como las personas sesgadas hacia sus ideas preexistentes se cuestionan la parcialidad de los resultados de estudios de investigación que desconocen y desconfían de las calidades e intenciones de los investigadores. 

Además deciden selectivamente recordar pruebas que les favorecen en un efecto denominado memoria de acceso sesgado y muestran mayor confianza en sus propias experiencias, que en las experiencias de otros. Inclusive efectúan interpretaciones parcializadas de la información, exigiendo mayores estándares de argumentación de quienes contradicen su posición que de aquellos que la confirman.

Evitan pensar en múltiples alternativas y se centran, no en descubrir la verdad, sino en confirmar su propia versión de la realidad, en un esfuerzo subconsciente por preservar su autoestima. 

El sesgo de confirmación no ocurre de manera intencionada, sino también como resultado de las limitaciones para ocuparse de tareas mentales complejas, como la de considerar varias alternativas de forma paralela. Pero también existe una preferencia por creer los pensamientos con consecuencias placenteras o deseables como ciertos, lo que influye sobre la capacidad de evaluar, de forma objetiva, la veracidad de la información presentada.

Siendo así las cosas, ¿qué esperanza podemos tener de aprender nuevas formas de pensar si nos resistimos a cambiar? Como catedrática del curso de Pensamiento Crítico, apliqué los principios de cambio conceptual de Strike y Posner: buscaba generar en mis alumnos un sentimiento de insatisfacción con sus concepciones existentes; les explicaba con claridad la nueva concepción; les ilustraba cómo esta nueva concepción era plausible, capaz de resolver el problema en mano, y les mostraba que era de útil aplicación para muchas otras circunstancias y problemas futuros. 


Ciertamente, su capacidad de cambiar nunca dependió exclusivamente de mí, sino de ellos mismos, de su inteligencia, humildad y honestidad intelectual.

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