lunes, 23 de marzo de 2015

Costa Rica como hub educativo mundial


Por sus logros en educación, Costa Rica es el país latinoamericano llamado a ser líder en la atracción de estudiantes internacionales, y así aumentar la inversión extranjera directa, retener a los estudiantes nacionales talentosos, construir una reputación regional por la calidad de los programas académicos formales y de las oportunidades de educación continua, y así fortalecer una economía basada en el conocimiento.

La participación de las instituciones de educación superior privada en la creación de un hub educativo es esencial: este sector ha contribuido a mejorar la cobertura de la educación superior en todo el territorio, ofreciendo una oferta extensa y variada a un 52% de la población estudiantil en edades de 18 a 24 años.  Además, es el sector con mayor crecimiento: de 1995 a 2011, el número de diplomas se multiplicó tres veces en la educación superior total, pero 5,6 veces en el sector privado. 
Siguen existiendo retos en la educación superior privada, que son similares a los de la educación estatal. Aún no existe un plan de educación superior en línea con las aspiraciones de desarrollo nacional que defina metas, presupuestos, ni políticas públicas de coordinación y articulación entre sectores público y privado. Por otra parte, persisten problemas de acceso a la educación superior por parte de poblaciones de menores ingresos.

En ninguno de los dos sectores existen indicadores de gestión públicamente disponibles para que un ciudadano pueda evaluar la calidad del servicio educativo: en el sector privado, el CONESUP no se ha preocupado por recoger un solo índice más allá del número de títulos universitarios otorgados y las carreras en las que se otorgaron.  En el sector público, y a pesar de contar con miles de millones en presupuestos para la investigación, las universidades no divulgan cuánto nos cuesta a los contribuyentes educar a cada alumno, ni tampoco indican cuánto tiempo demoran en graduarse. 
En ambos sectores es difícil distinguir entre la calidad de las instituciones educativas y su oferta académica, en ausencia de indicadores de gestión.  El único ente que recopila alguna información es el Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior (SINAES), pero solo el 5,6% de las carreras del país están acreditadas y la información no está públicamente disponible como para comparar entre instituciones.   Por último, la oferta académica no refleja innovación, como bien apunta el Estado de la Educación en su último informe. 

Por estas razones, el Gobierno tendría que abocarse a diseñar un Plan Nacional de Educación Superior, impulsar un sistema tecnológico que recoja los indicadores de gestión principales bajo los cuales se vaya a evaluar el avance de ese Plan, asegurarse que los indicadores reportados sean fidedignos y clasificar a las instituciones, según los resultados.  Por último, debería apoyar económicamente a los estudiantes de bajos ingresos, en las instituciones de mayor reputación según el ranking, sean públicas o privadas.


lunes, 9 de marzo de 2015

¿Se justifica la desigualdad salarial?

Según la Organización Internacional de Trabajo, sigue perpetuándose la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres en Costa Rica.  Las diferencias salariales bien podrían deberse a prejuicios y prácticas discriminatorias, como cuando se remunera a hombres y mujeres de forma distinta a pesar de trabajar en puestos similares, o cuando se crean diferentes denominaciones de los puestos para ocupaciones idénticas o similares.

También son discriminatorias las prácticas que deprecian las calificaciones y responsabilidades relacionadas con ocupaciones femeninas, o las que aplican diferentes métodos de evaluación de los puestos de trabajo, sistemas de clasificación de puestos o sistemas de remuneración, según los ocupen hombres o mujeres. La discriminación en la remuneración solo puede ser explicada en función del sexo de la persona, y no como resultado del desempeño de la persona en su trabajo. 

Inciden, por ejemplo, la edad, el nivel educativo, la situación familiar, la experiencia en el mercado laboral, las interrupciones en la carrera laboral y la antigüedad en el empleo.  En la desigualdad salarial también influyen el tipo de jornada, tipo de trabajo, tipo de industria,  situación laboral, perspectivas de carrera, condiciones de trabajo y otros.


Los hombres escogen ejercer profesiones que simplemente pagan mejor, lo que se evidencia en el porcentaje de hombres que optan por carreras ingenieriles y económicas, bien remuneradas, y en el porcentaje de mujeres que optan por vincularse a la educación y la salud, profesiones peor remuneradas, pero que permiten compatibilizar su trabajo como madres y esposas.

Sin embargo, no se puede desconocer la carga cultural y social que incide sobre las preferencias de las mujeres y los hombres en la escogencia de determinados puestos, en una preservación de los roles y estereotipos de género derivados de visiones tradicionales de la división sexual del trabajo.  La elección de profesión también se toma en contextos de culturas organizacionales con valores masculinos, como lo son, por ejemplo, los requisitos de disponibilidad plena, presencialidad o movilidad, aún cuando no se relacionen con el objetivo de productividad.

Muchos hombres laboran en trabajos peligrosos, estresantes, incómodos, aislados y geográficamente distantes, y durante más horas, en fines de semana y noches, por lo que ganan más.  

Además, típicamente buscan profesiones bien remuneradas, como primera prioridad, cuando las mujeres optan por aquellas con jornadas laborales reducidas, próximas al hogar, y que generan satisfacciones personales, mayor autonomía y seguridad.Lo que también es cierto es que todas las diferencias salariales no obedecen a prácticas discriminatorias.  

Claro está que las brechas salariales también obedecen a tipos de ocupaciones, ramas de actividad, características personales, laborales, las normas sociales y tradiciones, y los contextos institucionales.


Publicado en La República el 9 de marzo de 2015.