Para graduarse en la UCR hay que
tomarse su tiempo. Así se titula el reportaje, publicado en el Semanario
Universidad el 21 de agosto de 2013, sobre un estudio que realizaron los
estadísticos Eugenia Gallardo, Mauricio Molina y Rebeca Cordero, titulado
“Tiempos de graduación, factores socioeconómicos y académicos
asociados”. Según el artículo, nueve años es lo que tarda un
bachiller en graduarse, y no es la excepción, sino la norma.
Me sorprende que el señor Rector de la UCR me inste a ofrecerle pruebas contrastantes en el artículo de opinión que publicó en el Diario Extra el pasado 3 de julio, cuando él mismo ofreció declaraciones a los periodistas del Semanario sobre el estudio publicado. En su momento replicó que algunas carreras contaban con planes de estudios sobrecargados y que además había situaciones propias de cada estudiante, como que se casaban, tenían hijos, sufrían accidentes y otros eventos personales que les impedían sacar sus estudios de forma más fluida.
Me sorprende que el señor Rector de la UCR me inste a ofrecerle pruebas contrastantes en el artículo de opinión que publicó en el Diario Extra el pasado 3 de julio, cuando él mismo ofreció declaraciones a los periodistas del Semanario sobre el estudio publicado. En su momento replicó que algunas carreras contaban con planes de estudios sobrecargados y que además había situaciones propias de cada estudiante, como que se casaban, tenían hijos, sufrían accidentes y otros eventos personales que les impedían sacar sus estudios de forma más fluida.
Los costarricenses no conocemos ningún
otro estudio de tiempos de graduación en la UCR que indique lo contrario, y
como lo he dicho públicamente en múltiples ocasiones, todas las universidades,
públicas y privadas, deben reportar sus índices de desempeño anualmente,
incluyendo las tasas de graduación. Las cifras ni siquiera las
reporta el Estado de la Educación, a pesar de ser un informe publicado por el
mismo Consejo Nacional de Rectores.
Agradezco el ofrecimiento del señor
Rector, pero no es necesario que me envíe el documento denominado “Cálculo del
costo por estudiante institucional”, puesto que lo leí con cuidado para
opinar sobre él. Me extraña que asuma lo contrario; efectivamente
hubiera sido temerario opinar sin conocimiento.
Sin embargo, acepto su invitación a
revisar, en conjunto con sus expertos, la metodología de estimación de costos
por estudiante, porque me interesa que el país invierta en la educación de los
jóvenes, y no derroche el dinero en privilegios e ineficiencias. Además,
le ofrezco mostrarle la aplicación tecnológica que desarrollamos en ULACIT para
automatizar los análisis de costeo por carrera. Así los podría estimar cada año
en cuestión de un día, para reflejar los cambios en el presupuesto e
implementar medidas correctivas.
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