sábado, 11 de julio de 2015

Para graduarse en la UCR


Para graduarse en la UCR hay que tomarse su tiempo. Así se titula el reportaje, publicado en el Semanario Universidad el 21 de agosto de 2013, sobre un estudio que realizaron los estadísticos Eugenia Gallardo, Mauricio Molina y Rebeca Cordero, titulado “Tiempos de graduación, factores socioeconómicos y académicos asociados”.  Según el artículo, nueve años es lo que tarda un bachiller en graduarse, y no es la excepción, sino la norma. 

Me sorprende que el señor Rector de la UCR me inste a ofrecerle pruebas contrastantes en el artículo de opinión que publicó en el Diario Extra el pasado 3 de julio, cuando él mismo ofreció declaraciones a los periodistas del Semanario sobre el estudio publicado. En su momento replicó que algunas carreras contaban con planes de estudios sobrecargados y que además había situaciones propias de cada estudiante, como que se casaban, tenían hijos, sufrían accidentes y otros eventos personales que les impedían sacar sus estudios de forma más fluida. 

Los costarricenses no conocemos ningún otro estudio de tiempos de graduación en la UCR que indique lo contrario, y como lo he dicho públicamente en múltiples ocasiones, todas las universidades, públicas y privadas, deben reportar sus índices de desempeño anualmente, incluyendo las tasas de graduación.  Las cifras ni siquiera las reporta el Estado de la Educación, a pesar de ser un informe publicado por el mismo Consejo Nacional de Rectores. 

Agradezco el ofrecimiento del señor Rector, pero no es necesario que me envíe el documento denominado “Cálculo del costo por estudiante institucional”, puesto que lo leí con cuidado  para opinar sobre él.  Me extraña que asuma lo contrario; efectivamente hubiera sido temerario opinar sin conocimiento. 

Sin embargo, acepto su invitación a revisar, en conjunto con sus expertos, la metodología de estimación de costos por estudiante, porque me interesa que el país invierta en la educación de los jóvenes, y no derroche el dinero en privilegios e ineficiencias.  Además, le ofrezco mostrarle la aplicación tecnológica que desarrollamos en ULACIT para automatizar los análisis de costeo por carrera. Así los podría estimar cada año en cuestión de un día, para reflejar los cambios en el presupuesto e implementar medidas correctivas.

De igual manera, lo invito a leer, con detenimiento, el proyecto de ley presentado por ULACIT a la Asamblea Legislativa.  No aspiramos a recibir recursos del Fondo Especial para Educación Superior (FEES).  Podemos contribuir con la investigación y el desarrollo nacional, siempre y cuando podamos competir por fondos concursables en igualdad de condiciones, con el único propósito de no tener que trasladarles la factura a los estudiantes.  Solo eso faltaría: que una minoría privilegiada de la población siga estudiando subsidiada por el Estado, mientras que la mayoría deba, no solo pagar por su proceso formativo, sino también financiar los procesos de investigación que exigen los procesos de acreditación institucional.

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