El único
propósito de que existan incentivos y pluses salariales es motivar a los
trabajadores para que mejoren su rendimiento y así la productividad de las
instituciones en las que laboran, sean estas públicas o privadas. Para que un esquema de incentivos funcione con
ese propósito, se tendrían que definir los indicadores de medición y desempeño
que se esperan de cada uno de los colaboradores; las personas que tendrían la
responsabilidad de evaluar los resultados obtenidos por cada servidor público; los
mecanismos que emplearían para monitorear y controlar el trabajo; y las medidas
correctivas que tendrían que tomar en caso de que la calidad del desempeño no
sea la óptima.
¿Cuáles son
los resultados que se esperan de la gestión de cada servidor público? Tendríamos
que empezar por definir ―a nivel institucional― el alcance y los resultados
concretos esperados, así como las tareas asociadas a la consecución de cada uno
de esos resultados; los recursos financieros, técnicos y humanos disponibles;
los plazos en los que se espera lograrlos; los riesgos asociados; y las
funciones del puesto que realiza ese servidor público dentro de la institución.
Un modelo de
evaluación por desempeño presupone la existencia de planes estratégicos
organizacionales, planes operativos departamentales y planes de trabajo
individuales, en los que la consecución de todos los resultados esperados es
claramente observable y medible por los evaluadores a lo largo del tiempo y se remunera
según el nivel de logro, importancia, dificultad y diligencia.
¿Qué sucede
cuándo los resultados esperados no son claramente observables y medibles?
¿Cuándo existen múltiples jefes o jefes cambiantes y tienen distintas
expectativas? ¿Cuándo las decisiones recaen en equipos de trabajo? ¿Cuándo existen factores que inciden sobre el
desempeño que no son atribuibles al trabajador? ¿Cuándo en la práctica se
realiza una multiplicidad de tareas en las que la definición del esfuerzo,
logro, importancia y dificultad son inciertas?
¿Cuándo los criterios de evaluación que podrían incidir sobre el proceso
son políticos y no técnicos? ¿Cuándo se
requieren estructuras organizacionales y sistemas tecnológicos inexistentes para
auditar apropiadamente los procesos de evaluación del desempeño y el pago de
estos incentivos? ¿Cuándo no hay
consecuencias por no lograr los resultados esperados? Sucede que los sistemas
de incentivos no mejoran la productividad de las organizaciones. Por no cumplir con su objetivo, múltiples
investigaciones en la materia consideran inconveniente la existencia de esquemas
de incentivos salariales en el sector público.
Sin esquemas
efectivos de evaluación del desempeño, el pago de incentivos bajo el esquema
actual es ilegal e injusta. La
Constitución Política, en su artículo 57, lo reafirma: el Estado tiene que
pagar siempre igual para trabajo igual en idénticas condiciones e eficiencia.
Publicado en La República el 3 de agosto de 2015.
Publicado en La República el 3 de agosto de 2015.