lunes, 26 de mayo de 2014

Un Presidente valiente

Parece ser que algunos conciudadanos tienen problemas con la mera existencia de otros seres humanos cuya diversidad sexual, orientación de sus afectos, o sentimiento de pertenencia social, no concuerda con su apariencia o con el sexo identificado en el nacimiento. Tristemente, muchos líderes de opinión, políticos y religiosos han querido hacer creer que las personas LGBTI amenazan las nociones culturales y religiosas de familia y género, por la forma en que se ven o se comportan.

Los prejuicios populares, los chistes de mal gusto y el discurso inflamatorio en contra de seres humanos inocentes y vulnerabilizados, atizado por visiones parcializadas de la realidad o desactualizadas de lo que constituye la identidad de género, sigue siendo parte de la realidad cotidiana en miles de hogares, medios de comunicación, centros escolares, centros de trabajo y la comunidad costarricense en general. Estas personas son objeto de burla y son aterrorizadas muchas veces por los mismos que se suponen que deben protegerlos. Además, son obstaculizadas oportunidades para trabajar y aprender, expulsados de sus hogares, y obligados a negar quienes realmente son para protegerse del estigma y el rechazo. En muchos casos, la desprotección y el temor les impiden hacer valer sus derechos, una realidad que a pocos parece preocuparles.

Es un fenómeno verdaderamente paradójico, en particular porque la gran mayoría de la población costarricense profesa el cristianismo, fuente de compasión y amor por el prójimo. Adoptando una actitud verdaderamente cristiana, nos tendríamos que preguntar: “¿Cómo me sentiría si fuera prohibido amar a la persona que amo? ¿Cómo me sentiría si fuera discriminado por algo de mí mismo que no puedo cambiar?

Con frecuencia se escuchan creencias como que los gay son pedófilos, que el homosexualismo es una enfermedad que puede ser transmitida o curada, y que los gays motivan a otros a ser gay. Esos argumentos son simplemente falsos y reflejan una grave ausencia de información. La homosexualidad no es un trastorno mental ni una perversión sexual. Estudios internacionales han demostrado que existen múltiples factores biológicos que interactúan con múltiples factores ambientales en la definición de conductas homosexuales. Cualquier explicación simplista es un absurdo reduccionismo de una realidad compleja.

Las actitudes homofóbicas tienden a legitimar la discriminación, por lo que el Estado, el máxime protector de los derechos de todos sus ciudadanos, está llamado a actuar con celeridad y eficacia en la defensa de los derechos de esta población. El liderazgo, por definición, significa estar al frente de su gente cuando su gente lo necesita, no cuando le es conveniente. El verdadero liderazgo significa defender la dignidad y derechos de todos los ciudadanos, porque es lo correcto, a pesar del costo político que esa defensa conlleve. Felicito al Presidente Solís por izar, con valentía, la bandera de la diversidad en Casa Presidencial.