Según la Organización Internacional de Trabajo, sigue
perpetuándose la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres en Costa
Rica. Las diferencias salariales bien
podrían deberse a prejuicios y prácticas discriminatorias, como cuando se
remunera a hombres y mujeres de forma distinta a pesar de trabajar en puestos
similares, o cuando se crean diferentes denominaciones de los puestos para
ocupaciones idénticas o similares.
También son discriminatorias las prácticas que deprecian las
calificaciones y responsabilidades relacionadas con ocupaciones femeninas, o
las que aplican diferentes métodos de evaluación de los puestos de trabajo,
sistemas de clasificación de puestos o sistemas de remuneración, según los
ocupen hombres o mujeres. La discriminación en la remuneración solo puede ser
explicada en función del sexo de la persona, y no como resultado del desempeño
de la persona en su trabajo.
Inciden, por ejemplo, la edad, el nivel educativo,
la situación familiar, la experiencia en el mercado laboral, las interrupciones
en la carrera laboral y la antigüedad en el empleo. En la desigualdad salarial también influyen
el tipo de jornada, tipo de trabajo, tipo de industria, situación laboral, perspectivas de carrera,
condiciones de trabajo y otros.
Los hombres escogen ejercer profesiones que simplemente
pagan mejor, lo que se evidencia en el porcentaje de hombres que optan por
carreras ingenieriles y económicas, bien remuneradas, y en el porcentaje de
mujeres que optan por vincularse a la educación y la salud, profesiones peor
remuneradas, pero que permiten compatibilizar su trabajo como madres y esposas.
Sin embargo, no se puede desconocer la carga cultural y
social que incide sobre las preferencias de las mujeres y los hombres en la
escogencia de determinados puestos, en una preservación de los roles y
estereotipos de género derivados de visiones tradicionales de la división
sexual del trabajo. La elección de
profesión también se toma en contextos de culturas organizacionales con valores
masculinos, como lo son, por ejemplo, los requisitos de disponibilidad plena,
presencialidad o movilidad, aún cuando no se relacionen con el objetivo de
productividad.
Muchos hombres laboran en trabajos peligrosos, estresantes,
incómodos, aislados y geográficamente distantes, y durante más horas, en fines
de semana y noches, por lo que ganan más.
Además, típicamente buscan profesiones bien remuneradas, como primera
prioridad, cuando las mujeres optan por aquellas con jornadas laborales
reducidas, próximas al hogar, y que generan satisfacciones personales, mayor
autonomía y seguridad.Lo que también es cierto es que todas las diferencias
salariales no obedecen a prácticas discriminatorias.
Claro está que las brechas salariales también
obedecen a tipos de ocupaciones, ramas de actividad, características
personales, laborales, las normas sociales y tradiciones, y los contextos
institucionales.
Publicado en La República el 9 de marzo de 2015.
También son discriminatorias las prácticas que deprecian las calificaciones y responsabilidades relacionadas con ocupaciones femeninas, o las que aplican diferentes métodos de evaluación de los puestos de trabajo, sistemas de clasificación de puestos o sistemas de remuneración, según los ocupen hombres o mujeres. La discriminación en la remuneración solo puede ser explicada en función del sexo de la persona, y no como resultado del desempeño de la persona en su trabajo.
Inciden, por ejemplo, la edad, el nivel educativo, la situación familiar, la experiencia en el mercado laboral, las interrupciones en la carrera laboral y la antigüedad en el empleo. En la desigualdad salarial también influyen el tipo de jornada, tipo de trabajo, tipo de industria, situación laboral, perspectivas de carrera, condiciones de trabajo y otros.
Los hombres escogen ejercer profesiones que simplemente pagan mejor, lo que se evidencia en el porcentaje de hombres que optan por carreras ingenieriles y económicas, bien remuneradas, y en el porcentaje de mujeres que optan por vincularse a la educación y la salud, profesiones peor remuneradas, pero que permiten compatibilizar su trabajo como madres y esposas.
Sin embargo, no se puede desconocer la carga cultural y social que incide sobre las preferencias de las mujeres y los hombres en la escogencia de determinados puestos, en una preservación de los roles y estereotipos de género derivados de visiones tradicionales de la división sexual del trabajo. La elección de profesión también se toma en contextos de culturas organizacionales con valores masculinos, como lo son, por ejemplo, los requisitos de disponibilidad plena, presencialidad o movilidad, aún cuando no se relacionen con el objetivo de productividad.
Muchos hombres laboran en trabajos peligrosos, estresantes, incómodos, aislados y geográficamente distantes, y durante más horas, en fines de semana y noches, por lo que ganan más.
Además, típicamente buscan profesiones bien remuneradas, como primera prioridad, cuando las mujeres optan por aquellas con jornadas laborales reducidas, próximas al hogar, y que generan satisfacciones personales, mayor autonomía y seguridad.Lo que también es cierto es que todas las diferencias salariales no obedecen a prácticas discriminatorias.
Claro está que las brechas salariales también obedecen a tipos de ocupaciones, ramas de actividad, características personales, laborales, las normas sociales y tradiciones, y los contextos institucionales.
Publicado en La República el 9 de marzo de 2015.
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