El perfil del profesor se
empieza a concretar a partir de los incentivos que la sociedad ofrezca para que
las personas más calificadas quieran ingresar a la profesión. La motivación fundamental, más allá de las
recompensas y los castigos, es la intrínseca: la felicidad, definida como la
capacidad de hacer con nuestro tiempo lo que mejor nos parezca. Motivación es autonomía, la capacidad de
tomar decisiones sobre qué y cómo enseñamos, el deseo de superarnos y la
posibilidad de contribuir con alguna meta que trascienda nuestra propia
existencia. No hay calidad docente
cuando no hay libertad, cuando lo que prevalece es la restricción y la
imposición.
La formación idónea de un
docente lo obliga, en primera instancia, al aprendizaje profundo de las áreas
de contenido académico, por lo que un profesor de secundaria tendría que
graduarse en el campo disciplinar que pretende enseñar, para luego desarrollar
sus competencias pedagógicas a nivel de maestría en planes de estudios de dos
años. Entonces, en sistemas educativos de alto rendimiento, los cursos de química
los imparte un químico de profesión con una preparación de posgrado en docencia
y no un bachiller en Enseñanza de las Ciencias Naturales. Lógico, ¿no?
Factible, ¿por qué no?
Las carreras de educación
deben ser reformadas integralmente en las universidades, con el propósito de vincular
la teoría con la práctica y aumentar la congruencia entre la educación que se
ofrece con lo que actualmente se está requiriendo en las aulas. Basta con ver las fechas de la última
aprobación de los planes de estudio para alarmarse y correr a diseñar un plan
nacional para la atención de esta prioridad, asegurándose esta vez que el
tiempo que los alumnos destinen a la teoría se equipare con el tiempo destinado
a experiencias prácticas, incluyendo las oportunidades para la observación, las
tutorías individuales, la asistencia a profesores
experimentados y la impartición de lecciones a grupos completos. Los alumnos de educación actualmente no cuentan
con la autorización oficial del Estado ni mecanismos para realizar sus
prácticas en colegios públicos.
La formación inicial del
docente se enriquece con oportunidades continuas de crecimiento profesional,
siempre y cuando haya cultivado, en etapas tempranas de su desarrollo
intelectual, la capacidad e interés genuino por mejorar sus propias
destrezas. Los días anuales de
capacitación son imprescindibles, pero además lo son las oportunidades para
observar, compartir y aprender de otros docentes. La colaboración y la coordinación son
fundamentales en la formación continua del docente de secundaria, por lo que el
sistema educativo debe abrir los espacios para este tipo de interacciones.
Un profesor altamente
calificado, con un agudo sentido de propósito, estará más inclinado a innovar
en el aula y tendrá mayor disposición de velar por las necesidades
intelectuales y emocionales de sus alumnos, así aumentando sus probabilidades
de éxito dentro del sistema escolar.
Publicado en La República el 23 de febrero de 2015.
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