lunes, 11 de noviembre de 2013

Enseñanza de la ética

Las conductas humanas tienen consecuencias sobre el bienestar de los otros; cotidianamente estamos obligados a tomar decisiones con implicaciones éticas. Resolvemos dilemas familiares, opinamos sobre asuntos públicos, votamos por un partido político, o escogemos, de acción en acción, nuestro rumbo en la vida.  Por ello, la enseñanza de la ética es fundamental en todo el sistema educativo.

Una sociedad civilizada es una que prepara a sus ciudadanos para identificar situaciones o preguntas morales y a razonar sistemáticamente sobre ellas.  Una educación ética pertinente para nuestra época prepara para reflexionar sobre nuestras propias creencias, así como sobre los valores que han moldeado la vida de los demás, en la historia y el espacio, y así llegar a una posición en la que nos encontremos listos para adoptar, como propios, los valores que guiarán nuestro quehacer cotidiano.

La enseñanza de la ética no es sinónimo de adoctrinamiento. Necesariamente requiere que las personas estén expuestas y reflexionen sobre distintos sistemas de creencias, aun cuando no estén de acuerdo con ellos.  Indistintamente de los credos religiosos, convenciones sociales, tabúes, ideologías políticas y nociones de legalidad, todo ser humano debe comprender que el pensamiento ético lo obliga a actuar correctamente.  

A pesar de sus propios intereses o deseos, debe comulgar con ciertos principios mínimos de convivencia social, como el respeto a los derechos de los otros, incluyendo su libertad y bienestar; de ayudar a aquellos que más lo necesitan; de buscar la verdad y el bien común; de disminuir sus tendencias egocéntricas en sus propios pensamientos y conductas; y de buscar que el mundo sea un lugar más justo y compasivo. 

Una educación ética apropiada motiva a los alumnos a ser consistentes entre lo que dicen y lo que hacen; a evitar utilizar un estándar para sí mismos distinto al estándar con el que evalúan a los otros; y a ser honestos ante la evidencia y argumentos que puedan existir en contra de sus puntos de vista. Además, les permite identificar comportamientos socialmente deseables, como mostrar amabilidad, contención, misericordia, civilidad, apertura intelectual, perdón, benevolencia, caridad, respeto y justicia con los demás.  El propósito es que los alumnos lleguen, deliberadamente, a afirmar y vivir bajo sus propios principios.

Parece ser que el MEP recién integró la enseñanza de la ética en la educación de tercer ciclo y la diversificada, un paso en la dirección correcta. Ahora, preocupa que la mayor parte de carreras universitarias adolezcan de formación ética.  No convence que digan que la formación ética se desarrolla de forma transversal en el currículum cuando se sabe que no se constata. CONARE y CONESUP nos harían un favor si exigieran la incorporación de este componente en todos los planes de estudio universitarios en Costa Rica.

Publicado en La República el 11 de noviembre de 2013: https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533307752 

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