lunes, 25 de noviembre de 2013

Educación híbrida y aulas invertidas

El término “educación híbrida” describe el proceso que combina las clases presenciales con aquellas mediadas por computadora y dispositivos móviles en general, empleando aulas virtuales, en tiempo real y de forma asincrónica.  También se refiere al proceso de aprendizaje auto-dirigido por el alumno, que emplea medios digitales en línea como apoyo a lecciones que recibe cara a cara. 

Un curso híbrido puede combinar tres elementos: actividades de aprendizaje en línea y presenciales; estudiantes en línea y en persona; así como profesores en línea y en persona.  En el primer modelo, los mismos estudiantes y profesores participan en todas las actividades presenciales y en línea.  En el segundo, un grupo de estudiantes, en persona, interactúa con otros estudiantes, en línea, que participan en el mismo curso.  En el tercer modelo, un curso presencial es impartido por varios profesores, incluyendo uno o más a distancia.

La enseñanza híbrida se ha convertido en una práctica común en instituciones educativas ejemplares, en educación secundaria y terciaria, principalmente por su capacidad de mejorar el aprendizaje del estudiante al cambiar la forma en que el profesor utiliza el tiempo de clase.  Con el mejoramiento de las tecnologías digitales, ya es posible “invertir el aula”, de tal manera que el profesor dicte su lección por vídeo, y aproveche las horas de clase para facilitar la interacción, el análisis y las experiencias prácticas de sus alumnos en el desarrollo de valiosas competencias disciplinares y generales.

Este tipo de educación aumenta el acceso a la información en múltiples formatos, lo que permite que los estudiantes profundicen sobre los contenidos de una forma más efectiva. Segundo, facilita los medios para que los alumnos se auto-regulen y dirigan su propio aprendizaje. Tercero, fomenta la interacción social; desde una perspectiva constructivista del aprendizaje, las personas asimilan e integran el conocimiento mucho mejor, a partir de la negociación social de los significados con sus compañeros y profesores. 

A través de la integración de ambientes mediatizados por computadora y dispositivos móviles, con la interacción cara a cara, los estudiantes pueden destinar más tiempo a reflexionar, recopilar información, intercambiar ideas, trabajar en equipo, analizar datos, crear nuevos productos y redactar propuestas.  Más allá de esto, la comunicación en línea obliga a los estudiantes a desarrollar habilidades interpersonales, capacidades tecnológicas y analíticas, así como otras habilidades para el aprendizaje que les serán útiles durante toda su vida.

Desde la perspectiva del docente, el uso de aulas virtuales facilita la actualización de los cursos, debido a que los recursos en línea son fáciles de subir y no requieren habilidades sofisticadas para administrarlos.  Cuentan con la posibilidad de integrar al proceso de enseñanza wikis, blogs, y múltiples otros ejercicios didácticos, y facilitar espacios para el trabajo grupal y la entrega de asignaciones.  Como apoyo al docente, las aulas virtuales cuentan con herramientas para la detección del plagio, lo que facilita la revisión de trabajos escritos, así como aplicaciones que simplifican los procesos de calificación y comunicación entre los diversos participantes del curso.


Estudio tras estudio han demostrado que los estudiantes y profesores prefieren la educación híbrida sobre los cursos tradicionales. Sorprende entonces que tan pocas instituciones costarrricenses la hayan incorporado.  Al igual que el acceso a laboratorios de cómputo, el uso efectivo de aulas virtuales debería conformar parte del inventario de recursos y metodologías pedagógicas disponibles en todos los colegios y universidades.


Publicado en La República el 25 de noviembre de 2013.

¿No vieron el debate sobre educación en ULACIT? Véalo aquí.

Debate presidencial en ULACIT, el 25 de noviembre de 2013

lunes, 11 de noviembre de 2013

Enseñanza de la ética

Las conductas humanas tienen consecuencias sobre el bienestar de los otros; cotidianamente estamos obligados a tomar decisiones con implicaciones éticas. Resolvemos dilemas familiares, opinamos sobre asuntos públicos, votamos por un partido político, o escogemos, de acción en acción, nuestro rumbo en la vida.  Por ello, la enseñanza de la ética es fundamental en todo el sistema educativo.

Una sociedad civilizada es una que prepara a sus ciudadanos para identificar situaciones o preguntas morales y a razonar sistemáticamente sobre ellas.  Una educación ética pertinente para nuestra época prepara para reflexionar sobre nuestras propias creencias, así como sobre los valores que han moldeado la vida de los demás, en la historia y el espacio, y así llegar a una posición en la que nos encontremos listos para adoptar, como propios, los valores que guiarán nuestro quehacer cotidiano.

La enseñanza de la ética no es sinónimo de adoctrinamiento. Necesariamente requiere que las personas estén expuestas y reflexionen sobre distintos sistemas de creencias, aun cuando no estén de acuerdo con ellos.  Indistintamente de los credos religiosos, convenciones sociales, tabúes, ideologías políticas y nociones de legalidad, todo ser humano debe comprender que el pensamiento ético lo obliga a actuar correctamente.  

A pesar de sus propios intereses o deseos, debe comulgar con ciertos principios mínimos de convivencia social, como el respeto a los derechos de los otros, incluyendo su libertad y bienestar; de ayudar a aquellos que más lo necesitan; de buscar la verdad y el bien común; de disminuir sus tendencias egocéntricas en sus propios pensamientos y conductas; y de buscar que el mundo sea un lugar más justo y compasivo. 

Una educación ética apropiada motiva a los alumnos a ser consistentes entre lo que dicen y lo que hacen; a evitar utilizar un estándar para sí mismos distinto al estándar con el que evalúan a los otros; y a ser honestos ante la evidencia y argumentos que puedan existir en contra de sus puntos de vista. Además, les permite identificar comportamientos socialmente deseables, como mostrar amabilidad, contención, misericordia, civilidad, apertura intelectual, perdón, benevolencia, caridad, respeto y justicia con los demás.  El propósito es que los alumnos lleguen, deliberadamente, a afirmar y vivir bajo sus propios principios.

Parece ser que el MEP recién integró la enseñanza de la ética en la educación de tercer ciclo y la diversificada, un paso en la dirección correcta. Ahora, preocupa que la mayor parte de carreras universitarias adolezcan de formación ética.  No convence que digan que la formación ética se desarrolla de forma transversal en el currículum cuando se sabe que no se constata. CONARE y CONESUP nos harían un favor si exigieran la incorporación de este componente en todos los planes de estudio universitarios en Costa Rica.

Publicado en La República el 11 de noviembre de 2013: https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533307752