lunes, 26 de agosto de 2013

Enseñanza de las destrezas blandas


A un profesional se le entrevista por sus atestados pero se le despide por su desempeño.  Mucho se ha escrito sobre las razones por las cuales las empresas despiden a sus colaboradores y todo apunta a un motivo principal: la carencia de habilidades interpersonales. Buscando reducir los índices de rotación de personal, los procesos de selección en las empresas típicamente incluyen entrevistas cara a cara, con el fin de analizar las capacidades blandas de los candidatos, tales como sus competencias comunicativas, sus estilos de trabajo, sus procesos de razonamiento en la toma de decisiones bajo distintos escenarios y en general, su capacidad para generar empatía con el entrevistador. 

Hay muchas otras habilidades blandas valoradas por los empleadores que son más difíciles de identificar en una entrevista de empleo, como la capacidad para definir metas, planificar, administrar el tiempo, gestionar recursos financieros y materiales, dirigir equipos de trabajo y evaluar el trabajo de otros.  Las empresas buscan a los trabajadores que se esmeran en satisfacer a los clientes, que saben escuchar, negociar y resolver conflictos. Buscan a aquellos que son creativos, con un buen sentido del humor, que se orientan hacia los resultados y la acción. Quisieran contar con una fuerza laboral que sepa desarrollarse continuamente; que piense crítica y estratégicamente sobre las tareas que realiza y que actúe con excelencia, integridad, responsabilidad y confiabilidad.

Los empleadores pueden capacitar a personas inteligentes en muchos de los conocimientos específicos a la industria en la que se desempeñan, pero se les dificulta mucho más lograr que un trabajador con pocas habilidades interpersonales sea más compasivo, establezca relaciones productivas con los demás miembros de un equipo y se comunique con efectividad. 
Por eso tienden a perder su empleo aquellos que no siempre están dispuestos a colaborar con otros compañeros o a empoderar a sus subalternos; aquellos que son incapaces de adaptarse al cambio organizacional o que carecen de una actitud positiva hacia el trabajo que desempeñan.  También son despedidos con más frecuencia aquellos que tienden a postergar la toma de decisiones por su aversión al riesgo; los que no toman la iniciativa; y los no se recuperan rápidamente ante las decisiones institucionales con las que no comulga, por lo que su jefe y compañeros perciben que actúa de forma desleal.

¿Cómo adquieren las personas las competencias interpersonales?  De la misma manera que se adquiere cualquier competencia: a través del mejoramiento continuo de conocimientos, destrezas y actitudes que faciliten la efectividad interpersonal.  En otros países existen programas curriculares de desarrollo de habilidades blandas dirigidos a los chicos desde los catorce años. Uno de esos programas lo impulsa el Ministerio de Trabajo de los Estados Unidos: se titula Habilidades sociales para salir adelante — Dominar habilidades sociales para tener éxito en el trabajo y un futuro seguro.  También existen empresas consultoras internacionales que impulsan procesos de capacitación en habilidades interpersonales, como Franklin Covey, con oficinas en Costa Rica. 

Una de las mejores formas de propiciar este aprendizaje en la educación secundaria y terciaria es a través de las pasantías laborales y prácticas profesionales, supervisadas por mentores calificados en las empresas, así como los ambientes empresariales simulados en los contextos educativos, asistidos o no, con tecnología. Las instituciones educativas y las empresas deben contribuir con la formación y certificación de las habilidades blandas de los nuevos profesionales, en aras de que los colaboradores logren conservar su trabajo, una vez que lo obtengan.  Es imperativo para el desarrollo económico de nuestra nación, pero además una responsabilidad social.



Publicado el 26 de agosto de 2013 en el Periódico La República: https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533304532


viernes, 16 de agosto de 2013

Trabajo penitenciario: ¿Esclavitud o libertad?


En las épocas de la esclavitud, el trabajo se consideraba castigo, puesto que consistía en una actividad que no generaba ninguna retribución para el trabajador.  En el caso del trabajo penitenciario, y a propósito del proyecto de ley 17.575 que fue rechazado por la Corte Plena, la retribución individual a las personas privadas de libertad es la posibilidad de desarrollar valiosas competencias y cualidades que les permita insertarse en el mundo laboral, una vez que hayan cumplido su pena. 

El trabajo con propósito dignifica y les otorga independencia, estatus, confianza en sí mismos y la satisfacción por los resultados obtenidos. Estudiando y trabajando, se evitan la cruel monotonía de la vida en prisión y carecerán de ratos ociosos para involucrarse en actividades antisociales y potencialmente violentas. En su lugar, estarían preparándose física, mental y moralmente para un futuro fuera de rejas.

Deberían ocuparse, pero no solo realizando trabajos físicos o de baja remuneración, sino desarrollando habilidades técnicas de alta demanda laboral, certificables, en las cuales actualmente existen oportunidades bien remuneradas, pero poco recurso humano disponible.  Las empresas interesadas podrían abrir fábricas para la producción de esos bienes especializados, a cambio de nutrirse de una fuerza de trabajo calificada para satisfacer sus necesidades de recurso humano. La solución vendría a ningún costo para el Estado y tendría poca resistencia del sector económico, porque podrían definirse industrias que no vengan a competir, en términos desiguales, con empresas nacionales.

En libertad, todo adulto debe velar por su propio sustento y el de sus familias. ¿Por qué entonces se considera trabajo forzado la participación de los privados de libertad en actividades remuneradas? El privado de libertad tiene la obligación de asumir los gastos que el Estado incurre por su manutención, alojamiento y formación, pero además tiene el derecho de generar un salario mínimo para descontar sus días en prisión y colaborar financieramente con el ingreso familiar.  Siendo así, las cárceles podrían contar con mayores recursos para mejorar la calidad de la alimentación, los servicios de rehabilitación y salud, así como la calidad de la infraestructura disponible. No se puede pretender rehabilitar a los privados de libertad en las condiciones tan deplorables en las que viven.

La retribución social del trabajo penitenciario es amplia: un gran parte de los impuestos que actualmente se gastan en mantener las operaciones carcelarias podría destinarse a prevenir los índices de criminalidad a través del desarrollo económico y social de las comunidades que producen el mayor número de delincuentes. Además es contundente la evidencia, en otras latitudes, que existen bajos niveles de reincidencia de los privados de libertad que trabajan en las cárceles. Así las cosas, el trabajo penitenciario se parece menos a la esclavitud y más a la vida en libertad. 

Publicado en La República, el 16 de agosto de 2012, 
https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533304133

lunes, 12 de agosto de 2013

Competencias laborales... en el kinder


Publicado en el Periódico La República el 12 de agosto de 2013 https://www.larepublica.net/app/cms/www/index.php?pk_articulo=533303932
Las competencias para el trabajo y la vida en sociedad, como el razonamiento, la comunicación, la autorregulación y las habilidades interpersonales no se empiezan a desarrollar en la adultez.  De hecho, las bases del desarrollo cognitivo, social y emocional de los adultos se establecen en la pequeña infancia. Estudio tras estudio han comprobado que los niños que empiezan a aprender desde que nacen tienen mayores probabilidades de éxito laboral y académico a lo largo de sus vidas.
En los primeros tres años de vida, el cerebro de un niño tiene más del doble de sinapsis que las que tendrá como adulto y estas uniones entre neuronas se forman con mayor velocidad.  Las implicaciones de este fenómeno biológico es que las experiencias de vida del menor comenzarán a definir la organización de su cerebro y a fortalecer esas sinapsis, lo que incidirá a largo plazo sobre la calidad y eficiencia de la conectividad de la actividad neuronal del cerebro.  En otras palabras, antes de los tres años, el niño tiene una increíble capacidad para procesar experiencias, y la educación viene a fortalecer sus capacidades de aprendizaje, la memoria y otras habilidades cognitivas que le servirán a largo plazo.
Sin embargo, en Costa Rica, los niños menores de 4 años y 3 meses no son atendidos por el sistema educativo público, a pesar de que la Constitución Política declara la educación preescolar como obligatoria, gratuita y costeada por el Estado.  En consecuencia, las familias están obligadas a buscar opciones de atención privadas y otras alternativas no equivalentes, como los CEN-CINAI, los albergues del PANI, los hogares comunitarios del IMAS y las guarderías.  La tasa de cobertura de la educación de los niños en edades de cuatro años y seis meses a los cinco años y seis meses es de solo del 57,7% y  lo que es peor,  un 80% de los niños de hogares más desfavorecidos no asiste del todo a la educación regular. 
La brecha en las oportunidades educativas empieza a abrirse en el tanto en que algunos niños gozan de una educación preescolar de calidad y otros no.  Los niños que no han aprendido muchas palabras de vocabulario, que no conocen sus letras, números y formas, que no han aprendido a enfocarse y a jugar con otros, habrán ingresado a la educación primaria en clara desventaja.  Luego se les dificultará ponerse al día, y en poco tiempo, se darán cuenta que saben menos que sus pares y empezarán a retraerse y a mostrar desinterés por el aprendizaje debido a su frustración y vergüenza.  En unos años, muchos de estos chicos perderán grados escolares y abandonarán las aulas, pasando a alimentar las filas de desempleo y pobreza.
Los resultados de investigación internacionales son contundentes: la educación preescolar de calidad se correlaciona con mayores tasas de graduación del colegio, menos embarazos en adolescentes y menos incidentes criminales.  Además, los niños con educación preescolar tienen mayores probabilidades de obtener buenas calificaciones, requerir menos servicios educativos especiales, formar familias más estables, ganar mejores salarios y mantener sus empleos. Lo primero es lo primero: si se pretende mejorar la calidad de las competencias de la fuerza laboral, se debe empezar por prestar atención a lo que sucede y deja de suceder con la educación inicial de las nuevas generaciones.