Parece
ser que algunos conciudadanos tienen problemas con la mera existencia de otros
seres humanos cuya diversidad sexual, orientación de sus afectos, o sentimiento
de pertenencia social, no concuerda con su apariencia o con el sexo
identificado en el nacimiento. Tristemente, muchos líderes de opinión,
políticos y religiosos han querido hacer creer que las personas LGBTI amenazan
las nociones culturales y religiosas de familia y género, por la forma en que
se ven o se comportan.
Los
prejuicios populares, los chistes de mal gusto y el discurso inflamatorio en
contra de seres humanos inocentes y vulnerabilizados, atizado por visiones
parcializadas de la realidad o desactualizadas de lo que constituye la
identidad de género, sigue siendo parte de la realidad cotidiana en miles de
hogares, medios de comunicación, centros escolares, centros de trabajo y la
comunidad costarricense en general. Estas personas son objeto de burla y son
aterrorizadas muchas veces por los mismos que se suponen que deben protegerlos.
Además, son obstaculizadas oportunidades para trabajar y aprender, expulsados
de sus hogares, y obligados a negar quienes realmente son para protegerse del
estigma y el rechazo. En muchos casos, la desprotección y el temor les impiden
hacer valer sus derechos, una realidad que a pocos parece preocuparles.
Es
un fenómeno verdaderamente paradójico, en particular porque la gran mayoría de
la población costarricense profesa el cristianismo, fuente de compasión y amor
por el prójimo. Adoptando una actitud verdaderamente cristiana, nos tendríamos
que preguntar: “¿Cómo me sentiría si fuera prohibido amar a la persona que amo?
¿Cómo me sentiría si fuera discriminado por algo de mí mismo que no puedo
cambiar?
Con
frecuencia se escuchan creencias como que los gay son pedófilos, que el
homosexualismo es una enfermedad que puede ser transmitida o curada, y que los
gays motivan a otros a ser gay. Esos argumentos son simplemente falsos y
reflejan una grave ausencia de información. La homosexualidad no es un
trastorno mental ni una perversión sexual. Estudios internacionales han
demostrado que existen múltiples factores biológicos que interactúan con
múltiples factores ambientales en la definición de conductas homosexuales.
Cualquier explicación simplista es un absurdo reduccionismo de una realidad
compleja.
Las
actitudes homofóbicas tienden a legitimar la discriminación, por lo que el
Estado, el máxime protector de los derechos de todos sus ciudadanos, está
llamado a actuar con celeridad y eficacia en la defensa de los derechos de esta
población. El liderazgo, por definición, significa
estar al frente de su gente cuando su gente lo necesita, no cuando le es conveniente.
El verdadero liderazgo significa defender la dignidad y derechos de todos los
ciudadanos, porque es lo correcto, a pesar del costo político que esa defensa
conlleve. Felicito al Presidente Solís por izar, con valentía, la bandera de la
diversidad en Casa Presidencial.
Publicado en La República el 26/05/14